DECLARACIÓN DE CIUDAD 

5 de agosto 1852

El gobernador Domingo Crespo promulgó la ley que, sancionada dos días antes por la junta de representantes, declaró a Rosario como ciudad.

Este hecho cristalizó la voluntad de los rosarinos de entonces de participar activamente en el proceso que condujo a la organización constitucional.

Los vecinos de la hasta entonces Villa del Rosario coadyuvaron en forma decisiva a la campaña de Caseros, sublevándose y marchando a combatir con el general Justo José de Urquiza.

Con anterioridad

La villa –un conjunto de casas bajas y calles mal delineadas que no superaba los 3.000 habitantes– había sufrido la postergación del centralismo de Buenos Aires.

Su puerto natural, que brindaba excelentes perspectivas desde el punto de vista del libre comercio, había sido cerrado a los buques extranjeros por un decreto del gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, el 22 de enero de 1841. Dicha disposición impidió la navegación por los ríos Paraná y Uruguay a los  buques que no tenían patente argentina y postergó afanes progresistas de los rosarinos por 10 años.

Pero la voluntad de aquellos rosarinos en defensa de sus legítimos derechos se cristalizó el 25 de diciembre de 1851 en el célebre pronunciamiento del “hueco de Cardozo”, donde un pequeño grupo de vecinos y la guarnición militar de la plaza adhirieron a la campaña de Urquiza.

Antes que Urquiza entrara a la villa, lo hizo el teniente coronel Domingo Faustino Sarmiento, trayendo con él la primera imprenta que se conociera en la ciudad, y en la que imprimió la primera hoja, que con su firma sentenciaba: “El Rosario está destinado por su posición topográfica a ser uno de los más poderosos centros comerciales de la República Argentina".

Tras la batalla de Caseros, en la que combatieron dos batallones de rosarinos bajo las órdenes del teniente general Agustín Fernández y del mayor Dámaso Centeno, los milicianos fueron especialmente felicitados por Urquiza, con la promesa de que ayudaría a la villa en sus aspiraciones de progreso.

Consecuencia de ello, el 9 de junio de 1852, Urquiza escribió al gobernador Crespo para que procurara erigir a Rosario en ciudad.

El mandatario provincial gestionó por sí mismo, ante la Junta de Representantes, para que sancionara la ley respectiva. Entre sus argumentos, se destacó “su posición local, que la pone en contacto directo con el interior y exterior, por su crecido número de habitantes y por su comercio activo con todos los pueblos de la república”.

Dicha declaración abrió además puertas a otros acontecimientos no menos relevantes, como la apertura de los ríos a la libre navegación, lo que significó terminar con el monopolio de Buenos Aires e iniciar camino para el desarrollo del puerto de Rosario

(información brindada por la web de la Municipalidad de Rosario.)

          

                       DOMINGO CRESPO

          

                    JUAN M.DE ROSAS

           

                    DOMINGO F.SARMIENTO

           

                                                                                                                              JUSTO J.DE URQUIZA